La Visión
Yo sé muy bien que hoy va a ser el día más importante que haya vivido. No sé bien por qué, pero lo sé. Quizá los sueños me lo revelaron en mi lóbrego inconsciente. No sé.
Desperté muy feliz, tranquilo, sin inconvenientes. Aunque todo seguía oscuro ──como siempre── esta vez pude divisar en mi cielo un tenue tono rojizo más fuerte de lo común. Pensé tranquilo, flotando en mi lecho nebuloso, acerca de la vida y sus vueltas. No entendí por qué nosotros nacemos, y cuál es el fin de la vida: ¿Para qué nacemos?, ¿cuál es el motivo?, ¿por qué nacer sufriendo y morir del mismo modo?. Viejo, dejá de pensar, ──me dije── te vas a volver loco. Un temblor hizo que perdiera el equilibrio. En unos minutos, recobré mi posición original. En ese instante pude alcanzar a oir un susurro lejano decir “ay, se mueve” no pude discernir si aquello había sido una imaginación, o lo había escuchado de verdad.
En estos últimos días no pude distinguir la realidad entre los sueños. Quise gritar, pero me era imposible. Una profunda depresión se apoderó de mí. Ya no podía controlar mis actos y todo estaba ahora fuera de mi alcance. También tenía una sensación de ser espiado en forma constante. Era verdad. Una angustia crecía día a día, por lo que decidí hacer un experimento y logré comprobar que era, como sospechaba, constantemente vigilado: Un día me hice el dormido, pero estada atento a todo lo que ocurría a mi alrededor, entonces, luego de una prudente espera, pude alcanzar a escuchar en forma clara que alguien describía todos mis actos. Aún así no estoy absolutamente seguro de si aquello fue un sueño demasiado real, o una realidad oscuramente turbia. La verdad es que la frontera es bastante difusa. Estaba viejo. Lo sabía. Y mi hora había llegado. Hoy era el día que había sido indicado, por lo tanto me puse a esperar. Qué injusta es la vida... yo nunca había conocido a mis padres, pero yo sentía siempre que un lazo misterioso nos unía desde mi concepción. El nivel de adrenalina subió aceleradamente, lo que me produjo una sensación de escalofrío espeluznante. Mi organismo nunca quiso comportarse como yo quería.
Sin embargo, mi hermano siempre estuvo a mi lado. Pero nunca nos hablábamos. Sólo una mirada profunda bastaba para que nos entendiéramos perfectamente. Cuando él se sentía mal, yo lo comprendía al instante. Era extraño, ya que yo también podía sentir una sensación de malestar similar a la que sentía él. Yo creo que a eso se le llama comprensión. Muchas veces pensé sobre el futuro, qué sería del futuro, cómo serían las próximas generaciones. Muchas veces lloré. No entiendo por qué el mundo tiende a degenerarse y que sabiendo que se degenera, no toma medidas al respecto hasta que los efectos son irreversibles.
Meditando mucho tiempo, llegué a la conclusión de que los adultos son tan caprichosos como sus propios hijos. La cuestión es que el adulto tiene más poder que el niño, por lo tanto, el que tiene la razón es el adulto y ──aún a sabiendas de que su hijo tiene la razón── el niño es el caprichoso.
Aún recuerdo cuando estuve con Dios (¿Habrá sido un sueño?), caminando por el paraíso. Yo le rogaba que no me arrojara al mundo, pero él insistía que debía ponerme a prueba, para saber si de verdad lo amaba. Con sólo mirarlo, te dabas cuenta de que era La Sabiduría. Por eso, ante él no existían las objeciones. Dudar de su decisión, era hacerlo adrede. Luego de esa charla, me quedan visiones difusas. Cada día que pasa, más confusas se me tornan las palabras que me decía.
También recuerdo cuando yo era un mocoso insolente, y solía patear todo. Toda mi vida pareciera haber pasado en un instante.
Ah!, no puedo creerlo, en el cielo puedo divisar una luz penetrante que me encandila los ojos. Hay algo que desciende desde lo alto. Puedo respirar un nuevo aire. La luz se hace más penetrante que nunca. Una sensación fría me envuelve y me sujeta suavemente, para volverse cálido al instante siguiente. Comienzo a elevar. La sensación de ingravidez es increíble. Sonidos extraños me aturden, tengo mucho miedo. Estoy inmerso en la intensa luz, siento un miedo pavoroso, y por primera vez puedo gritar.
Un hombre gritó: ──Cuatro quilos quinientos cada uno, parece que acá tenemos a dos campeones, eh?... Felicitaciones señora, usted tiene dos saludables mellizos.
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